Mikel Merino, el intérprete perfecto
- Víctor Martín
- 10 jun 2020
- 7 Min. de lectura

"Creo que soy un jugador bastante completo, puedo atacar, defender... tengo bastante facilidad con el balón y sobre todo me gusta mucho ayudar a mis compañeros en todo lo que puedo". Así se definía Mikel Merino en una entrevista concedida a ‘El Desmarque’ hace unos meses; y tras analizar su temporada en San Sebastián, sinceramente se me ocurren pocas formas más acertadas para describir su fútbol.
No es casualidad que haga tanto hincapié en su altruismo. Con y sin balón, Merino es un futbolista que antepone el beneficio grupal al individual; todo lo que hace sobre el terreno de juego tiene un sentido colectivo. El centrocampista de la Real Sociedad rehúye el protagonismo y, gracias a un notabilísimo conocimiento del juego a su temprana edad, se adapta perfectamente a lo que le pide Alguacil en la pizarra. Es un intérprete perfecto para su sistema. Sin ser la pieza más importante -eso es cosa de otros-, no me atrevería a decir que no es imprescindible.
Contexto: la Real Sociedad de Imanol Alguacil
Previamente a exponer su juego, cabe incidir en el contexto colectivo de la Real. La propuesta de Imanol Alguacil estriba en dominar los partidos a través del balón (promedia un 56% de posesión) a partir de un 1-4-3-3. Independientemente del planteamiento del rival –le vaya a buscar arriba o le espere-, la Real intenta progresar siempre bajo el amparo de la posesión. En este marco, Mikel Merino es el interior izquierdo del sistema.
Para entender a Merino, antes hay que entender la ascendencia de Odegaard (interior derecho) en el equipo. El juego de la Real gravita entorno al noruego, lo cual desplaza el centro de operaciones a la derecha. Esto, de primeras afecta cuantitativamente la participación de Merino. No obstante, el hecho que toque menos balón -40,9 pases completados por partido, lo cual tampoco está nada mal- no provoca que desconecte del juego. Interviniendo directa o indirectamente, Merino se las arregla para ser un jugador fundamental para los txuri-urdin.
Un centrocampista híbrido
Mikel Merino es un centrocampista que interviene a todas las alturas del campo. Su fútbol pertenece al segundo escalón (parte desde el interior), pero para nada queda encorsetado ahí; se le puede ver apoyando a centrales para sacar el balón jugado, al igual que rompiendo en profundidad a espalda de lateral.

Su radio de acción es amplísimo y su mapa de calor lo refrenda. Además, pese a que el juego de posición que propone Alguacil le demanda respetar con regularidad su parcela de interior, del mismo modo le dota de cierta libertad para pisar zonas más centrales.
Merino, por lo tanto, es capaz de intervenir en todos los escalones de la posesión realista, incluso en la misma jugada. De partida, cuando el contrario presiona alto, se coloca por detrás de la segunda línea de presión en pos de que, en el caso de conectar con él, medio equipo quede superado. En Anoeta, con el Barça enfrente, se posicionó en todo momento a la espalda del intervalo entre Busquets y De Jong (1ª imagen) para fijarles. Mismamente, en esta secuencia recibe un pase del mediocentro -que se queda corto-, pero Merino puede conectar con otra altura (Odegaard). No contento con ello, rompe al espacio ofreciéndole continuidad a la posesión. El noruego enlaza de nuevo con él y este abre a Oyarzabal, el extremo izquierdo.

La jugada sintetiza su virtud de ‘facilitador’; Merino siempre está ofreciendo una solución al compañero. Asimismo, su físico le permite cubrir metros sin perder un ápice de precisión.
Pero no siempre la Real precisa que Merino haga de nexo, participando mucho, entre la defensa y la delantera ante presiones altas. Su intervención puede ser igualmente importante, aunque solo sea a un toque. Contra la siempre incómoda presión del Eibar, se vio obligado a bajar un escalón para ayudar a sacar el balón (1ª imagen). En el ejemplo, se ofrece bien perfilado y de primeras conecta con Oyarzabal, desinflando la presión armera. Su pie izquierdo es una de sus mayores bazas como centrocampista.



Además de ser per se un jugador muy inteligente a la hora de interpretar qué espacio ocupar, lo es especialmente en situaciones de acoso. En el mismo partido, reconoce el espacio libre, se ubica en él ofreciendo una línea de pase al lateral y, a un toque nuevamente, activa al delantero.



Cuando el balón lo tienen los centrales, en función de la altura de este y el posicionamiento de la presión rival, Merino tiene clarísimo cuando debe acercarse o alejarse del poseedor. En salida de balón, su lectura del juego de posición es muy remarcable. En la siguiente secuencia, percibe que Diego Llorente tiene cierto espacio para progresar, por lo cual, siempre por detrás de línea de presión, aumenta su distancia respecto a él (1ª imagen). Estirando, consigue fijar a Busquets y Rakitic para generar el espacio suficiente y que haya línea de pase entre Llorente e Isak. Sabe intervenir en la jugada sin entrar en contacto con el balón.

En el siguiente ejemplo, se acerca al poseedor con el objetivo de arrástralo y recibir liberado. A sabiendas de que su marca le está siguiendo, una vez se ha acercado lo justo al central, cambia de repente de dirección (2ª imagen); el central juega con el otro interior –Odegaard- y este devuelve el balón a Merino, que recibe solo en el espacio que él mismo se ha generado.



Otra de las claves del sistema de la Real es el escalonamiento de sus centrocampistas. Siempre están a diferentes alturas los tres, lo cual, facilita la progresión del equipo.
El atajo de su fútbol
La máxima de que el fútbol se juega con la cabeza y se usan los pies no puede casar mejor con el fútbol de Mikel. El navarro es uno de esos jugadores que antes de recibir ya sabe lo que va a hacer. Su cabeza está inquieta los noventa minutos de partido, ‘escaneando’ todo lo que pasa a su alrededor para, a la postre, escoger la mejor opción. Merino no es especialmente ducho en en el giro ni ágil con el balón en espacios reducidos. Es bueno ahí, pero no lo tiene de serie. Por lo tanto, este rasgo le proporciona un atajo para sus posiblidades como centrocampista. En la siguiente acción, contra el Madrid, se aprecia muy bien esta característica. Merino gira el cuello hasta dos veces antes de recibir (1ª imagen), sabe entonces que tanto él como los cercanos están acosados y, por ello, protege el balón hasta que ve al hombre libre, el central contrario. Finalmente juega con él y la Real puede progresar.

Su envergadura –sumado a la calidad de su zurda- le permite proteger muy bien el balón. De esta manera, es capaz de atraer rivales y liberar con facilidad.
Para su juventud (23 años) Merino es un centrocampista que gestiona situaciones límite con cierto temple; raramente se pone nervioso. En la siguiente secuencia, también en un escenario imponente como el Bernabéu, se reconoce como hombre libre, ‘escanea’ si está marcado o no (2ª imagen) y habiendo analizado que tiene suficiente espacio, sale de presión mediante un giro con su zurda. Lo dicho, piensa primero y luego ejecuta.

Una pieza al servicio del sistema
Si lo que sucede en el centro del campo de la Real está muy mecanizado, el carril izquierdo, donde habita otro jugador vertebral del sistema –Mikel Oyarzabal-, también funciona como un engranaje. Ahí, Merino se entiende perfectamente con el extremo. Cuando la Real se estaciona algo más arriba, su rol consiste en compensar los movimientos de su tocayo. Si Oyarzabal viene, Merino va, y viceversa. La siguiente secuencia ejemplifica lo expuesto. Oyarzabal apoya a Monreal –lateral izquierdo- llevándose consigo al lateral del Valencia. Merino lo lee y rompe al espacio generado (1ª imagen). Y luego solventan a la perfección el dos contra dos: Merino ofrece una línea de pase por fuera, recibe y pone en ventaja a Oyarzabal.

En esta acción contra el Atlético de Madrid sucede lo mismo. Justo cuando Oyarzabal recibe, Merino ya está picando al espacio libre (la defensa del Atlético deja mucho que desear, dicho sea de paso). A pesar de que su conducción es larga, no pierde precisión a la hora de levantar la cabeza y encontrar a Odegaard entre líneas (3ª imagen).



Él mismo ha reconocido que el hecho de haber jugado en distintas posiciones a lo largo de su carrera, le ha hecho conocer el juego más -y mejor-. Con la Real ya instalada arriba, Alguacil no le quiere en la base sino entre la defensa y el medio rivales. Merino se ubica entre líneas, pisando carril central (1ª imagen) e incluso cargando área. En el siguiente ejemplo, se reconoce como a la espalda de mediocentros y recibe con la intención de jugar hacia adelante. Es muy destacable esto último. Merino es muy zurdo, pero no son pocas las veces, como en esta acción, que controla con la pierna no hábil –la derecha- para poder ejecutar el pase lo más rápido posible con la izquierda y agilizar la posesión.



El juego aéreo, debido a su estatura (1,89m) y corpulencia, es otro de los aspectos que no se puede pasar por alto. Sus cifras hablan por sí solas: gana el 66% de los duelos aéreos en los que está involucrado (5,3 por encuentro). Si la Real no decide progresar con el balón raseado, el juego directo hacia Merino es muy recurrente. En los saques de puerta, Alex Remiro envía deliberadamente el balón a la zona en la que se encuentra Mikel.

En total, además, gana el 56% de los duelos individuales (10,6 por encuentro); lo que demuestra que, aunque aún tiene que pulir algunos conceptos a nivel defensivo –es muy impetuoso a la hora de meter el pie - la garra ya la tiene de base.
Su relación con el gol no es especialmente reseñable; solo ha marcado 4 goles en todas las competiciones esta temporada. Sin embargo, una vez la Real lleva el balón a las esquinas, Mikel carga el área como un delantero más. De hecho, la mayoría de sus tantos han llegado a través de centros laterales.

Hay que volver a hacer hincapié en la calidad –marca patentada- de su pie izquierdo. En espacios reducidos aun tiene margen de mejora en la toma decisiones. Sin embargo, si le dejas tiempo y espacio (1ª imagen), atesora la finura suficiente para meter el pase más dañino para el rival. Aunque de facto no intervenga en la base, sabe encontrar al hombre libre entre líneas (2ª imagen).

Además, si bien él y Odegaard ocupan distintos carriles, el fútbol de ambos suele confluir en el centro. Cuando la Real ataca en estático, acostumbran a buscarse bastante. Mikel tiene ese intangible de los jugadores que saben interpretar a los buenos. Es un facilitador excelente para el noruego. Como se demuestra en la siguiente secuencia, le sirve de apoyo y lo pone en ventaja.



Mikel Merino y la Real Sociedad se retroalimentan continuamente. El logro de ambos ha sido que el navarro ponga todo su fútbol al servicio del colectivo sin que el techo de este se vea reducido. En resumidas cuentas, ha caído de pie en un sistema que le potencia, pero sobre todo, él mismo se encarga de potenciar. Y eso, siendo del 96 y aun con margen de mejora, es mucho decir.
Fuente de los datos: Sofascore
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