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Cuando el fascismo ganó un Mundial


Italia fue anfitriona y ganó el Mundial de 1934 en medio de la dictadura de Benito Mussolini

Fútbol y política están, y han estado a lo largo de la historia, estrechamente relacionados. Directa o indirectamente la historia del fútbol está marcada por acontecimientos que han alcanzado una magnitud diferente por motivos políticos. Todos recordamos, por ejemplo, el Argentina-Inglaterra del Mundial de México de 1986. No solo por los dos goles antológicos de Maradona, sino por la trascendencia del encuentro a causa del conflicto armado que tuvo lugar cuatro años antes entre ambos países: la Guerra de las Malvinas. Pero sin duda, uno los hechos históricos en los que más influencia tuvo la política fueron los dos mundiales que ganó Italia en la década de los años 30.


La segunda Copa del Mundo de la historia se celebró en 1934. Después de la de 1930, que tuvo lugar en Uruguay y que terminó con la victoria del combinado charrúa, el gran dominador mundial de la época, la FIFA decidió traer el torneo a Europa. No exento de polémica, ya que Suecia iba a ser el país elegido para albergar la competición, pero las presiones de Benito Mussolini, el dictador italiano, provocaron que el Mundial se jugara en Italia. ‘Il Duce’ veía una buena oportunidad para enaltecer su figura y su régimen y para tratar de unir al pueblo en un ferviente nacionalismo a través de un deporte que ya se estaba convirtiendo en un auténtico movimiento de masas.


  • Conseguir la victoria por todos los medios


Mussolini no se iba a conformar con ser la anfitriona y mostrar el poder y la fuerza de su régimen, sino que deseaba la victoria y no concebía otro resultado para la selección ‘azzurra’. De hecho, dejó bien claras sus intenciones al presidente de la federación italiana por aquel entonces, Giorgio Vaccaro:


- “No se cómo hará, pero Italia debe ganar el Mundial”.

- “Haremos todo lo posible”.

- “No me ha entendido bien. Es una orden”.


Mussolini siguió la premisa de Machiavelo, “el fin justifica los medios”. Italia decidió nacionalizar a varios futbolistas para tratar de alcanzar el título a toda costa. Así, algunos jugadores que habían disputado el anterior Mundial con Argentina, pero que tenían orígenes italianos, disputaron el campeonato con la camiseta ‘azzurra’. Se les conocía con el nombre de ‘oriundi’. Cuatro fueron los jugadores argentinos que cambiaron su nacionalidad, entre los que destacaba la figura de Luis Felipe Monti, uno de los mejores futbolistas del momento.


Además, se llevó a cabo otra estrategia que adulteraba completamente la competición: Mussolini decidiría a dedo todos los árbitros de los encuentros. Así también, la selección italiana se vio beneficiada por el boicot que Uruguay realizó a este Mundial. La mejor selección del momento, y la vigente campeona, decidió no acudir a la cita mundialista a modo de protesta, ya que en 1930 fueron los combinados europeos los que boicotearon el primer Mundial de la historia por celebrarse en Sudamérica.


  • Un Mundial manchado, pero en las vitrinas italianas


Con todo este contexto, el seleccionador Vittorio Pozzo ideó un equipo muy competitivo con jugadores destacados como Giuseppe Meazza. Precisamente fue el delantero por aquel entonces del Inter de Milán el que anotó el gol que le daba el pase a Italia frente a España en cuartos de final. Para mostrar la magnitud de la situación que se vivió en ese Mundial, el partido frente al combinado español expresa muy claramente lo que sucedía en el campeonato.

España e Italia empataron a uno tras los 90 minutos y la prórroga, y se tuvo que disputar un partido de desempate al día siguiente que venció el equipo de Pozzo con el gol comentado de Meazza. Pero España, que en aquella época tenía un gran equipo, contaba con siete bajas para ese encuentro, ya que el partido había sido una auténtica guerra y los italianos se aprovecharon de la permisividad del colegiado. Entre los jugadores que acabaron lesionados estaba la gran estrella de esa selección, el portero Ricardo Zamora, que se tuvo que retirar con dos costillas rotas.


Además, entre otras cosas, el árbitro anuló también dos goles a España en ese partido de desempate. De hecho, la actuación del trencilla resultó tan bochornosa y evidente que al volver a su país, Suiza, fue expulsado del arbitraje de por vida. Y no fue el único. En semifinales se enfrentaron a Austria, donde jugaba el considerado como mejor jugador en aquel momento, Matthias Sindelar. Pero se vieron totalmente impotentes ante una nueva actuación arbitral completamente parcial, esta vez del árbitro sueco Ivan Eklind. De hecho, algunas informaciones de la época apuntaron a que Eklind cenó con Mussolini la noche anterior al partido.


  • Al borde del abismo

Italia llegó a la final ante Checoslovaquia, que también arbitró el sueco por orden directa de Mussolini. En ese partido todo siguió en la misma línea que se venía observando durante todo el Mundial, y los jugadores checoslovacos se mostraron incrédulos al ver a Eklind realizar el saludo fascista con el brazo levantado hacia la tribuna.

El árbitro Ivan Eklind y sus asistentes saludaron a la tribuna al más puro estilo fascista

‘Il Duce’ presenció el partido en directo y al descanso, al que se llegó con 0-0, bajó a los vestuarios para hablar con la plantilla. De hecho, la conversación resultó ser un recordatorio de lo que había en juego: la victoria o la muerte. Con el paso de los años se han recogido unas palabras del dictador italiano a Vittorio Pozzo que radiografían a la perfección la presión a la que estaba sometido: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar”. Además, por si fuera poco, a 15 minutos del final se adelantó Checoslovaquia, y se acercaba a lo que hubiera sido su primer y único Mundial.


Por suerte, el ‘oriundi’ Raimundo Orsi empató cuando restaban solo cinco minutos para el final del partido, y envió el encuentro a la prórroga, donde Angelo Schiavio marcó el 2-1 definitivo y lograba el título para Italia.

Vittorio Pozzo es el único seleccionador en ganar dos Mundiales en toda la historia

La historia se repitió cuatro años más tarde en el Mundial de Francia de 1938. La Italia de Pozzo alcanzó la final de nuevo y ganó su segunda Copa del Mundo consecutiva ante Hungría. Antes de ese partido, Benito Mussolini envió un telegrama para los jugadores italianos en el que afirmó con rotundidad: “Venced, o morid”. El resultado final fue de 4-2, y así Vittorio Pozzo se convirtió en el único entrenador en ganar dos mundiales en toda la historia del fútbol.

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