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Inglaterra contra la nostalgia


En 1990 también se quedaron a un paso de la final. Perdieron en los penaltis contra la Alemania de Mathhäus.

Ya son 54 años. Ese es el tiempo que lleva la selección inglesa de fútbol sin levantar ningún título internacional, más allá del torneo amistoso organizado en Francia en 1997 con el objetivo de medir las instalaciones y la organización francesas de cara al Mundial de 1998. Los creadores del football, de lo que además alardean con asiduidad cuando tienen posibilidad, solo pueden presumir de un Mundial en sus vitrinas. “It’s coming home”, acostumbran a cantar en fases finales de los grandes torneos. Aunque, por el momento, parece que los títulos están muy lejos de volar hacia las islas británicas.


Debe ser duro ser los fundadores de algo que, con el paso del tiempo, no has podido celebrar ni dominar más que una sola vez. Como un padre al que el hijo no le da más que disgustos, Inglaterra ha acumulado fracaso tras fracaso en las fases finales de Mundiales y Eurocopas, y el aficionado inglés parece haberse acostumbrado. Ya lo ilustró Matthew Pritchett en una viñeta publicada en el Daily Telegraph previa al Mundial de 2014 de Brasil, en la que se ve a un padre hablarle a su hijo: “Vas a recibir una dura lección sobre lo que significa ser inglés”. Como si la decepción ya fuera mínima, y un nuevo descalabro se intuyera incluso antes de que comience el campeonato.


  • Cuando fueron los mejores


Aunque cueste de creer, los ‘Three Lions’ han alcanzado solo UNA final de un Mundial. La de 1966, la de su propio Mundial, que vencieron rodeados de polémica por el más que famoso y recordado gol fantasma de Hurst que ni mucho menos traspasó la línea de gol. El árbitro suizo Geoff Dienst y su linier Tofiq Bakhramov otorgaron el tanto a la selección británica y privaron a la Alemania Federal, en la que ya jugaba un jovencísimo Beckenbauer, de ganar su segunda Copa del Mundo. Aquel equipo, liderado por el mejor jugador inglés de todos los tiempos, Bobby Charlton, y uno de los mejores porteros de la historia, Gordon Banks, logró levantar la Jules Rimet en Wembley por primera y única vez para Inglaterra.


Bobby Charlton guió a lo más alto a una selección sin grandes estrellas.
Con el tiempo, un estudio de Oxford demostró que ese balón no había traspasado la línea.

Desde entonces, el país vive sumido en una ferviente lucha constante contra la nostalgia y contra su propio pasado. Nunca más han vuelto a disfrutar de poder vivir una final en un Mundial. ¿Los motivos? Se puede tratar de explicarlo desde diferentes perspectivas, y cada torneo tiene su propia historia, pero uno de los aspectos más determinantes es la falta de competitividad de los jugadores ingleses fuera de la Premier y de las islas británicas. El fútbol en Inglaterra tiene un aura completamente distinta, es otro mundo. Estadios, aficionados, la cultura futbolística como tal, los árbitros, las filosofías y estilos de juego, todo; y a pesar de que en los últimos años, a contracorriente y con grandes dificultades para cambiar la mentalidad, la Premier se ha unido a esa corriente europea de modernización del fútbol, esa voluntad tradicionalista y de “odio eterno al fútbol moderno” sigue muy latente en el ecosistema futbolístico inglés.


  • La esperanza es lo último que se pierde


Aun así, parece que desde hace 2-3 años hay un pequeño rayo de luz y esperanza para los ‘Three Lions’. En el último Mundial, el de Rusia 2018, después de 28 años alcanzaron las semifinales y permitieron a sus seguidores creer con volver a ser campeones del mundo. De hecho, que el rival fuera Croacia no hizo más que aumentar el optimismo en todo el país. Sin embargo, la sombra del fracaso se volvió enorme, los recuerdos del pasado estuvieron muy presentes, y la experiencia croata prevaleció por encima de la juventud inglesa. Derrota en la prórroga, para añadir dramatismo al relato. Pero, por lo menos, les permitió soñar, que con la historia de Inglaterra, es mucho decir.

El gol de Mandzukic en la prórroga dejo a Inglaterra sin llegar a la final del Mundial.

Lejos queda ya aquella selección con Gerrard, Beckham, Lampard, Ferdinand, Campbell, Cole, Rooney, Owen… que a principios de los 2000 estaba destinada a dominar el fútbol mundial pero que, como si de una tradición británica se tratara, no acumularon más que decepciones y fracasos. Precisamente ese término es el que llevaba escrito en la frente el actual seleccionador, Gareth Southgate, en la frente después de la Eurocopa de 1996. Fracaso. Celebrada en Inglaterra, los ‘Three Lions’ alcanzaron las semifinales de nuevo siendo anfitriones en un torneo. Pero en el penalti decisivo frente a Alemania, Southgate erró y alejó a Inglaterra de la final.


  • ¿Logrará Southgate enmendar su fallo?


Con ganas de redimirse o no, la labor del seleccionador inglés desde su llegada al cargo está siendo más que notable. Desde 1990 no llegaban a una final de un Mundial, y en 2018 lo lograron con un bloque muy joven y, por supuesto, casi íntegramente formado por futbolistas de la Premier League. Con un aire renovado, pero manteniendo a muchos de los titulares de Rusia, Southgate está construyendo un equipo muy fuerte, con grandes futbolistas y un estilo de juego muy personal y protagonista con el 3-5-2 por bandera. No obstante, sigue luchando contra su pasado. Uno de los mayores debes de esta selección es la falta de un líder nato, una estrella mundial que resalte por encima del colectivo y al que agarrarse en los momentos difíciles. Un Bobby Charlton, en resumidas cuentas.

La selección inglesa ha mostrado una buena imagen en el último parón por la Nations League.

A los Kane, Rahsford, Sterling, Henderson, Maguire, Alexander-Arnold, Pickford, Sancho, Mount, Henderson, y compañía, les falta esa figura determinante que, sea dicho, no han tenido prácticamente nunca. Ni los Balones de Oro Kevin Keegan y Michael Owen, ni otros grandes futbolistas ingleses a lo largo de los años han conseguido liderar a su selección hacia grandes hazañas. Eso, sumado al desplome colectivo que sufren cuando se enfrentan a otros combinados, seguro que peores técnicamente pero mucho más competitivos, han provocado que cada Mundial y cada Eurocopa sea todo sufrimiento.


Aun así, parece que esta generación, joven y determinantes en sus equipos y en la Premier, está consiguiendo volver a levantar la ilusión de una afición y un país que trata de olvidar y de luchar contra su propio pasado. Con la Eurocopa en el horizonte, Southgate deberá acabar de ajustar las piezas y convencer a sus futbolistas para dejar atrás esa etiqueta de ser un equipo que, como casi siempre la selección inglesa, promete mucho y acaba demostrando poco. Al final, como le pasó a España, se acabarán desquitando del “juegan como nunca, pero pierden como siempre”. ¿Cuándo? Eso nadie lo sabe. Mientras tanto, seguirán remando contra la nostalgia.

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