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Los Magiares Mágicos: la selección que se jugó la vida por el fútbol


La selección de Hungría antes de un partido en 1953 / Fortepan

Si para muchos el futbol es pasión y entretenimiento, para otros es sinónimo de vida. Y si alguien lo ejemplifica es Gusztav Sebes y la selección de Hungría de la década de los 50.

Europa vivía unos tiempos difíciles después de la segunda guerra mundial. Potencias futbolísticas como Italia o Alemania se vieron muy mermadas como consecuencia de los desperfectos de dicha guerra. Eso lo aprovechó, y de qué manera, Hungría, que logró reunir a una generación de futbolistas irrepetibles en su país.


  • Budapest Honvéd, el origen del equipo de oro


En 1949, el ejército húngaro, bajo las órdenes de la URSS, reclutó el equipo de la capital, el Honved de Budapest. En las filas de ese equipo ya se encontraban figuras como Puskas y József Bozsik, además de contratar a otros futbolistas como Kocsis y Czibor. Jugadores más que capacitados para dar un salto de calidad en su carrera, pero que todavía no tuvieron opción, ya que serían calificados de traidores si decidían salir del país.


Sin embargo, Guzstav Sebes convirtió en oro a una selección con la mayoría de sus jugadores en contra del régimen. El seleccionador húngaro aprovechó el equipo del Budapest Honvéd para definirlo como la columna vertebral de su combinado nacional. Seis de los once jugadores que conformaban el once titular pertenecían al Honvéd.


  • El equipo de oro


La generación de futbolistas, que acabaría marcando una era en la década de los 50, tuvo su génesis en los juegos olímpicos de Helsinki, en el año 1952. Después de unos amistosos que acabaron en fracaso y tras caer ante Checoslovaquia, Gusztav Sebes y su plantilla se la jugaron en Suecia. El técnico fue amenazado directamente por Matyas Rakosi, Primer Ministro de Hungría y aliado de Stalin, el cual le dijo a Sebes que “ya sabía lo que les esperaba si no lograban el triunfo”.


Los magiares, de la mano de Guzstav Sebes, convencido de la calidad de su equipo, ganaron la medalla de oro de forma contundente tras derrotar a Rumania (2-1), Italia (3-0), Turquía (7-1), Suecia (6-0) y a Yugoslavia en la final (2-0). El campeonato olímpico fue el presagio de lo que llegaría a ser este equipo.


Más allá del contexto histórico, lo que hizo a este equipo diferente fueron las tácticas, revolucionarias hasta entonces. La selección húngara practicaba lo que se denominó el ‘fútbol total’. Guzstav Sebes se inspiró en la figura de Herbert Chapman, entrenador inglés que triunfó en los años 20 con la táctica de la ‘WM’. Esta formación la componían 3 defensores, 2 centrocampistas y 5 delanteros. Sebes adaptó esta alineación retrasando a un hombre en cada línea, lo que se transformaba en un 4-2-4 y prescindiendo de un ‘9’ puro, a diferencia de Chapman. El seleccionador húngaro instauró la figura del falso ‘9’ con Hidegkuti, un futbolista muy técnico que retrasaba su posición para organizar el juego.



El 4-2-4 o la ‘WM’ de la Hungría de Sebes / Football Hunting

Este 4-2-4 o la ‘WM’, requería una solidaridad colectiva nunca antes vista en el fútbol. Todos los jugadores deberían intentar recuperar el balón lo antes posible y atacar con todo, lo que sorprendía a menudo a la defensa rival. Fue el primer estadio de ‘Fútbol total’ y los precursores de otros equipos históricos como la ‘naranja mecánica’.


  • El Partido del siglo


Después del éxito en los juegos olímpicos de Helsinki, los Magiares siguieron arrasando por Europa. El mayor ejemplo de esa soberbia fue la victoria por 3 a 6 en Wembley ante Inglaterra. De esa manera, Hungría se convertía en la primera selección no británica en derrotar a ‘los tres leones’ en suelo inglés. Un hat-trick de Hidegkuti, un doblete de Puskas y un gol de Bozsik hicieron posible esta hazaña irrepetible, conocida ya como ‘El partido del siglo’.

Meses después, los británicos buscarían la revancha, esta vez en suelo húngaro. Pagarían cara esa valentía con una nueva humillación de los de Sebes, que ganarían por 7 a 1 y se consolidarían como una de las mayores potencias del fútbol mundial.


El milagro de Berna


Con mucho optimismo afrontaba la selección húngara el Mundial de fútbol de Berna, el primero de esa generación. Los ‘magiares mágicos’ se posicionaban como grandes favoritos para alzar el título. Los de Sebes superaron la fase de grupos sin sorpresas con 17 goles a favor en dos partidos. Derrotaron 9 a 1 a Corea de Sur y 8 a 3 a Alemania Federal. Luego, en las eliminatorias, ganaron 4 a 2 a Brasil y, en las semifinales, a Uruguay, el vigente campeón, por el mismo resultado (4-2).


La gran final enfrentó a Hungría y a Alemania Occidental. A los diez minutos, los húngaros ya ganaban por 2 a 0. Pero el físico de los alemanes en la segunda parte sorprendió a un equipo que lo merecía todo pero que se quedó a las puertas de hacer historia. Los alemanes se acabaron imponiendo por 3 a 2 en una final que es conocida como el milagro de Berna, por el contexto histórico que vivía el país – nueve años después de la segunda guerra mundial – y por la superioridad futbolística de los húngaros.


  • Del éxito al exilio


La derrota ante Alemania puso fin a una racha de 32 partidos sin conocer la derrota. Sin embargo, pese a caer en la final, el equipo de Sebes volvió a lograr una racha de 18 victorias consecutivas. Pero los conflictos políticos volvieron a entrometerse en el fútbol. La revolución húngara y la entrada del ejército soviético a Budapest cogió por sorpresa a los futbolistas del Honvéd, el equipo con mayor representación en la selección. El club se encontraba en Bilbao, donde iban a disputar un partido de la Copa Europa. Muchos de los jugadores decidieron no volver al país y recalaron en otros clubes, como es el caso de Puskas al Real Madrid o Kocsis al Barcelona.


Ese fue el fin de una promoción de futbolistas únicos en su país y que pudieron ofrecernos mucho más, pero lamentablemente los conflictos ajenos al deporte lo impidieron. Aunque a veces no hace falta obtener títulos para dejar un legado en el fútbol. Los magiares mágicos pusieron sus vidas en riesgo por, simplemente, desarrollar su pasión. Por esa valentía y por esa revolución táctica que cambió el rumbo del fútbol, se les recordara siempre.

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Once Metros, 2020.

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