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Una sonrisa eterna


Michael Robinson ganó el triplete con el Liverpool y fue una de las voces más reconocidas

Si buscamos la palabra ‘eternidad’ en la Real Academia Española de la Lengua encontraremos cinco excepciones. Algunas de ellas hacen referencia a la religión católica, otras se ciñen más en la durabilidad de algo, pero todas hacen referencia al tiempo. Y, sobre todo, a algo que continuará presente para siempre.


Esto ocurrirá con Michael Robinson. El futbolista, primero, y periodista, después, fue un pionero en muchos sentidos. Ganó el triplete con uno de los mejores Liverpools de la historia, fue de los primeros extranjeros en jugar en España y ya como comentarista, nos enamoró por su carisma y su forma de contar las cosas. Es difícil definir a Robinson con una sola palabra: ¿Exfutbolista? ¿Periodista? ¿Comunicador? Mejor eterno. Que es lo que será para siempre.


A pocos días de iniciar esta web nos levantamos con la devastadora noticia de su muerte. Con solo 61 años y con el mundo del fútbol, su fútbol, paralizado por el coronavirus, falleció víctima de un cáncer que había anunciado un año y medio atrás. Las redes se inundaron de mensajes, pero más que tristeza se respiró gratitud. Porque Michael fue, y sigue siendo, de esas personas que hacen de este mundo un lugar mejor.


  • La reinvención como ley de vida


La historia de Michael Robinson es la de una persona luchadora, perseverante, brillante y feliz. Nacido en Leicester en 1958, se trasladó junto a su familia a Blackpool cuando tenía solo cuatro años. Ahí, sus padres regentaron una pensión. Y ahí, ese pequeño niño inglés, con la eterna sonrisa que a todos nos enamoró, inició su aventura en el mundo del fútbol. Un trayecto en el que soñaba jugar con la selección inglesa y en el que llegó al Olimpo europeo.


Tras pasar por varios clubes de Blackpool, Robinson debutó en el fútbol profesional con solo 20 años. Delantero centro puro y duro, aunque también se adaptaba a la media punta, jugó 36 partidos ligueros con el Preston North End, equipo de la Segunda División Inglesa al que llegó en 1975. Realizó una buena temporada con una media goleadora remarcable para la época, 13 tantos, que hizo que, al final de campaña, el Manchester City adquiriera sus servicios.


En 1979, Robinson debutó en la Premier League. El inglés no tuvo tanto protagonismo como en Preston, pero en sus 30 partidos ligueros que disputó como citizen logró marcar ocho goles. The Times definió al delantero como “un jugador con una reinvención mayor que sus habilidades futbolísticas”. Una capacidad de adaptación que hizo que, hasta que colgó las botas, no jugara en otra categoría que no fuera la Primera División.


Tras su año en Manchester, en verano de 1980 firmó para otro equipo, también de la Premier League: el Brighton & Hove. Un equipo humilde, también en una ciudad costera, ese mismo entorno en el que Michael creció pero en la otra punta del país. Y también el lugar en el que, durante tres temporadas, se confirmó como uno de los delanteros más en forma de la liga.

En Brighton & Hove disputó un total de 113 partidos ligueros, en los que marcó 37 goles. Y también fue en su primer año ahí cuando se convirtió, oficialmente, en internacional.


Curiosamente, no lo hizo con esa selección en la que soñaba jugar desde que era un niño: Michael Robinson fue internacional más de una veintena de veces con Irlanda –porque tenía antepasados irlandeses- entre 1980 y 1986, marcando cuatro goles.


  • El verano que le cambió la vida


Y entonces llegó el verano de 1983. Él mismo contó que, tras sus buenas actuaciones en Brighton & Hove, despertó el interés de varios equipos. Uno de ellos era “un grande”, pero nunca imaginó qué equipo había pagado 250.000 libras para ficharlo. Ese conjunto era el Liverpool, el club de sus amores. Y ese verano, Michael Robinson inició la temporada más laureada de su carrera. De hecho, la única en la que levantó algún trofeo.


El delantero inglés era conocedor de que llegaba a un Liverpool lleno de estrellas y que su rol sería, a priori, el de suplente. Y así fue. Pero ni Kenny Dalglish ni Ian Rush, los delanteros titulares de ese grandioso conjunto red, evitaron que Robinson jugara 30 partidos y marcara 6 goles, dos de ellos en la Copa de Europa, competición que disputó por primera vez y que ganó.

Esa temporada 1983-1984 el Liverpool se asentó como el mejor equipo de Inglaterra, ganando Premier League, Copa de la Liga y Copa de Europa, y Robinson jugó en las tres competiciones. La final de la Copa de la Liga fue todo un Merseyside Derby contra el Everton. En el primer encuentro de la final, que terminó 0-0, el delantero tuvo minutos. La replay, en cambio, la vio desde el banquillo. Pero igualmente, Robinson sumó un título más con su amado Liverpool.

  • Su llegada al Olimpo en la città eterna


Y llegó el 30 de mayo de 1984. Entonces, un Estadio Olímpico de Roma a rebosar con 70.000 personas esperaba con expectación uno de los partidos más importantes de la historia de uno de sus propios clubes, la AS Roma, que se había clasificado para su primera gran final europea tras una épica remontada en semifinales contra el Dundee United.


La final terminó 1-1 y el título se decidió en los penaltis. Robinson saltó al terreno de juego en el minuto 94, siendo la última sustitución de los ingleses, y con papeletas de ser uno de los lanzadores. Él mismo explicó que le entró pánico de solo imaginarse que, a lo mejor, la copa se decidiría con un lanzamiento suyo. Pero no hizo falta. El Liverpool alzó su cuarta Champions en 7 años. Y Michael Robinson se despidió de su equipo con un triplete a la espalda.


  • Sus últimos años como futbolista


Después de su aventura en Merseyside, a Robinson le quedaban dos años como internacional y seis para colgar definitivamente las botas, pero igualmente continuó haciendo lo que mejor sabía hacer: jugar y marcar. Primero estuvo tres años en el Queens Park Rangers, donde a pesar de que las lesiones no le respetaron, jugó 45 partidos y marcó seis goles.


Y finalmente llegó su aventura española. Con 29 años, Robinson fichó por el Club Atlético Osasuna por 25 millones de pesetas, un equipo cuya ciudad no sabía localizar en el mapa pero que durante dos campañas volvió a ser el mejor Michael. En su primer año jugó 23 partidos y marcó siete goles, la misma cifra de encuentros que disputó en la temporada siguiente pero con solo dos tantos aunque, eso sí, con un Osasuna que terminó quinto en la tabla.


La 1988-1989 fue su última temporada como profesional. Tras 13 partidos y 3 goles, sufrió una hipertensión en la rodilla en un partido contra el Real Betis y el 15 de enero de 1989 rescindió contrato con el conjunto navarro y anunció su retirada. Era muy joven, tenía solo 30 años, pero dejaba atrás diez temporadas en la élite futbolística y siendo campeón de la Premier League, la Copa de Inglaterra y Champions League con el equipo de su vida, el Liverpool.


  • El día después


Después de su retirada, una vez más, Michael Robinson supo qué hacer. El ya exfutbolista le dio más sentido que nunca a esa definición de The Times. Porque se reinventó. Y cuando solo habían pasado algunos meses desde que se despidió de los terrenos de juego, volvió a ellos como comentarista. Y por generaciones enteras, esta es su faceta más recordada.


Aunque durante años fue una de las caras más visibles de Canal +, primero, y Movistar, después, Robinson inició su aventura mediática en TVE. En 1990 fue uno de los narradores del Mundial de Fútbol, y ese mismo año llegó a Canal +. Entre otros conoció a Carlos Martínez y desde entonces formaron una de las duplas más recordadas del periodismo español.

También se unió a la Cadena Ser, y posteriormente llegó a El día después y, finalmente, Informe Robinson. Seguramente, los dos programas más especiales en los que trabajó. Y aunque ni su formación ni su acento le acompañaban, parecía que había nacido para ser (también) periodista. Un Premio Ondas y el XII Premio Internacional de Periodismo Vázquez Montalbán así lo acreditan.


El 11 de marzo de 2020 realizó su última intervención como comentarista. Fue en la vuelta de los octavos de final de la Champions League entre Liverpool y Atlético de Madrid. Y aunque el conjunto red no pasó, sí, su última retransmisión fue en Anfield. Ese estadio en el que tocó la gloria. En el que cumplió uno de sus sueños. Y en el que jugó con el equipo de su vida. Mes y medio más tarde, Michael Robinson falleció. Pero, por fortuna para todos, continuará estando muy presente, tanto en el fútbol como en el periodismo y, sobre todo, en la vida. Porque ya tiene su sitio guardado en la eternidad.


Gracias, Michael.

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Once Metros, 2020.

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